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Jul
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CRONICA DE FIESTAS

IBAMOS A DAROS LAS GRACIAS POR HACERNOS DISFRUTAR A TODA LA COCINA DEL INFIERNO POR ESTAS ESTUPENDITAS Y DIVERTIDAS FIESTAS,
PERO HEMOS ENCONTRADO ESTE ARTICULO,
EN LA REVISTA QUE HACEN EN LA PLANTA DE ARRIBA DEL INFIERNO, DESCRIBIENDO LAS VIVENCIAS DE ESTE ILUSTRE INVITADO,
QUE DEJA NUESTRA PERSPECTIVA FUERA DE TODA DUDA.
MUCHAS GRACIAS A TODOS Y HASTA PRONTO


“El Apocalipsis empezará en TORRELLANO”

Recién llegado de mis vacaciones espirituales de verano vengo totalmente acongojado (permitan que no use otra expresión más fuerte, debido a mi cargo eclesiástico), y escribo estas líneas cual cobardica, con puro temor y temblor en mis manos, tras lo vivido y acontecido durante cuatro días con sus maléficas noches en una en apariencia tranquila y apacible villa situada en el Sureste peninsular de esta nuestra antaño noble patria española, esta piel de toro tradicional, culta y sabia, libre de modernidades y de perniciosas influencias extranjeras, desprovista de modismos perjudiciales para nuestra hasta hace poco saludable juventud, modas anglófilas de jóvenes melenudos que bailan ye-yé, de patilludos tatuados con pantalones de entrepierna ajustada, y de jovencitas descarriadas con faldas por encima de las rodillas que beben y fuman como si fueran camioneros de Albacete. Tras estos poco recomendables hábitos que no hacen si no llevar a nuestra juventud al desmoronamiento total y a nuestro país que no en vano fue llamado “la reserva espiritual de Occidente” a la ruina y el caos absolutos, no hace falta ser demasiado inteligente para advertir detrás de todo ello la mano maligna del demonio, al que por cierto, pude ver hecho carne el mismo viernes por la noche vestido de rojo y armado con su tridente.


Como digo, fui invitado a la pequeña población de Torrellano por una vieja sirvienta mía de mi época de párroco en Barruecos del Casco Ligero, ahora casada en tierras bercianas con un afable horticultor llamado Tomasón. Viajé ligero, atraído por sus fiestas en tan señaladas fechas de verano y sobre todo por un extraordinario alimento al que llaman paella, que bien regado de un poderoso vino tinto de la tierra dicen que da fuerzas sobrehumanas a quien lo consume y que su cuerpo se ve poseído por un calor indescriptible que admito me hizo tener mis grandes dudas, pues sabido es que el diablo busca engañarnos y llegar hasta nosotros por medio de todo tipo de argucias y artimañas, y una de ellas es disfrazarse de alimento encima de nuestro mantel. El caso es que, hablando de asuntos del demonio, me esperaba una terrible sorpresa cuando llegué a casa de Tomasón y Piadosa, mis amables anfitriones, y es que ambos habían concebido años ha a una dulce muchacha ya en edad de merecer llamada Milagritos, a quienes fue encomendada la tarea de servirme de guía y acompañante en los píos días de sus fiestas de verano, ya que mis buenos receptores aludieron a problemas de salud y tareas domésticas para no acompañarme en mis paseos por el pueblo, aunque a juzgar por el rechinar de los muelles de su lecho conyugal que pude escuchar cuando llegaba por la noche, creo que en realidad fue una excusa para estar a solas.

Pues bien, la cosa comenzó el jueves con un placentero paseo por la bella localidad de Torrellano, acompañado de la simpar Milagritos, de quien admito que me chocó, ya de salida, ver como dejó en la casa su aspecto y vestuario de muchacha remilgada poco dada a levantar la vista ante un hombre, y se comenzó a comportar como una descocada peligrosa ante lo cual casi me ahogo con mi propio alzacuellos. Recuerdo que pasamos por delante de un busto, que creí que era del viejo Johnny Cash, a lo que mi coqueta amiga me dijo que en realidad pertenecía a La Dama. El caso es que cayó la noche con ese suave manto con el que cae la noche de Torrellano, y cuando yo pensaba que nos íbamos a retirar a casa a comer sopa y ver “Cuéntame”, mi joven amiga se despendoló más todavía y me dijo “¡ey Padre, vamos a seguir de concierto que vamos a vivir a tope, no me dio tiempo ni a arquear una de mis cejas cual Roger Moore cuando me vi empujado por aquel psicalíptico súcubo al interior de un pandilla de gente rara, rara. También les escuché hablar erróneamente de que “como molaba mi disfraz de cura”, ¿?

Lo cierto es que de repente me vi introducido dentro de una barraca llena de jóvenes y no tan jóvenes bailando al son de un gigantesco canadiense vestido a lo Elvis Presley al que llamaban de todo, que maltrataba una guitarra y aporreaba con los pies un instrumento de percusión, algo realmente dantesco, si añadimos a eso que estaba descalzo, sudaba, y no paraba de lanzar improperios a las damas… pero aquello fue sólo el principio, mientras un extraño personaje alentaba al personal a cometer todo tipo de desmanes desde el escenario en el nombre de un extraño trofeo, la “Copa Freak”, a la que comparó con el Santo Grial, distintas bandas de delincuentes fueron sucediéndose ante mis ojos jaleados por la endemoniada caterva allí presente. Un trío de chalados mancillaban nuestro bello idioma castellano con esos ritmos locos, y encima se atrevían a reivindicar a personajes de la calaña de Torrente, un escándalo. Cuando pensábamos que nada podía ir a peor unos cuantos zagalicos frisando la cuarentena tomaron el escenario provistos de diabólicos instrumentos de mitad del siglo XX para rendir culto a Satán con una actitud pantanosa y primitiva mientras algunas muchachas, absolutamente poseídas chillaban “¡tíos buenos!” y demás atropellos al decoro y al buen gusto. A tales hora mi acompañante Milagritos ya se había dejado embaucar por media concurrencia, tanto es así que un jovenzuelo se me acercó con unas gafas rojas en las manos y me dijo “tome Padre, esto es de su sobrina”, ¿mi sobrina?, tuve que guardar aquella erótica prenda bajo mi sotana, claro, aún sabiendo que ese tipo de artefactos los carga el diablo. Desesperado estaba por abandonar el lugar cuando en escena entro otro simpático tipo, bueno, he de admitir que era un poco más “amable”, a punto estuve de sucumbir a sus encantos, sin duda era un malandrín que conocía bien su oficio y mantuvo a toda la muchachada entretenida con sus ritmos bailongos, ah, pero yo no, en los momentos de duda me aferré a mi petaca de agua bendita etiqueta roja y permanecí impávido esperando a que la golfa de Milagritos me sacase de aquel estallido de diversión, más no contenta con haberme tenido aquella noche aguantando esas criaturas aberrantes, me llevó a otras barracas de dudosa reputación, es decir amigos, no hemos evolucionado NADA.

A duras penas logré conciliar el sueño aquella noche, convencido de que el mal se había instalado definitivamente en aquella pequeña población de Torrellano, y cuando apenas había conseguido dormir un poco ya frisando la mañana, se abalanzó sobre mi cama la feroz Milagritos enfundada en un picardías transparente que provocó en mi ese efecto de despertar, como dicen los jóvenes, “con la tienda de campaña”. No obstante, pensé que con el día Milagritos volvería a su dulzura habitual y desayunaríamos un tazón de leche con unos sobaos, pero hete aquí que este monstruo surgido de quien sabe que abismos, insistió en que acudiéramos nuevamente a la llamado La Cocina del Infierno que iba a tener lugar una despertá por todo el pueblo, viendo como la garra nunca satisfecha del demonio volvía a atrapar a aquella despreocupada y hedonista juventud.

Cuando pensaba que podría tener un poco de descanso vespertino, fui empujado nuevamente a La Cocina del Infierno donde unos pendencieros perpetraban toda clase de atropellos contra la dignidad de la armonía. Al parecer eran autóctonos. ¡Ay Torrellano, quien te ha visto y quien te ve!, de darnos a España el jamón a darnos estos rockeros del demonio. Pero lo peor, sin duda, estaba por llegar… Milagritos y su trouppe de amigotes volvieron a llevarme por la noche, donde la cantidad de sujetos estrafalarios y chalados varios era cada vez mayor… como digo incluso me topé con el mismísimo demonio, panzudo, echado a perder, y con acento valensiá. El escenario, de repente, fue tomado por auténticos simios ataviados con chaquetas de teenager americano, todos en pandilla, soltando alaridos y arrojando bananas al respetable. Todo encaja, el mono, la deformidad humana, ese ser que el pérfido Darwin quiso hacernos creer que es nuestro padre, una vez más sirviendo de arma del diablo. ¿Pero de dónde viene esta gente?, unos tipejos de nada menos que del fin del mundo aparecieron de repente, chulescos y repeinados mientras la gente se desencajaba poseída por la musiquilla y yo que sé que chistes. Pero mis queridos amigos, cuando uno piensa que ya lo ha visto todo y no sé puede caer más bajo, llegó el auténtico armageddon en forma de simpático y elegante calvo de maneras mefistofélicas. Sí amigos, conocidos personajes de la cultura española tienen allí su espacio, contribuyen a la debacle espiritual y moral de nuestra cultura con esos perniciosos ritmos, hicieron acto de presencia de la peor manera posible, volviendo a sus más diabólicas y perversas raíces, rindiendo tributo a la mas alta ignominia y haciendo corear al público esos temas con los que el diablo agita a la juventud española, canciones incitadoras a la rebeldía juvenil y al despiporre, y todo eso, ¡a su edad!, menudo ejemplo para las nuevas generaciones.

A esas alturas de la semana yo ya estaba hecho un ecce homo, todos mis buenos propósitos se habían arrojado por la borda. Tuve pesadillas con sus caras, el hombre de goma, sujetando un tridente mientras yo ardía en una caldera y Milagritos en la de al lado, se consumía mientras se frotaba contra el fuego… aquellos eran enormes momentos de debilidad, pero gracias a mi petaca de agua bendita etiqueta roja y la escucha en mi viejo walkman de las cintas de Cura & the Gang pude soportar aquellos momentos de ruindad absoluta.

Y llegó el sábado, y lo poco que quedaba de mí salió arrastrado de la cama por la pérfida Milagritos, y nuevamente me llevó a una despertá, y nuevamente antes de que llegase la noche me condujo a otro ritual diabólico , en esta ocasión perpetrado por todo el pueblo, ¡Torrellano, con lo que tú fuiste, ciudad imperial!. La Charanga decían llamarla, tengan cuidado, estoy seguro de que su única aspiración es aspirar sus almas.

¿Y qué decir de la orgía nocturna que se avecinaba?, si las dos noches anteriores habían sido una reivindicación de sentimientos primitivos y de bajos instintos, el sábado Milagritos decidió torturarme con un ruido atroz que casi hace sangrar mis temerosos oídos, castillo de fuegos lo llaman allí. Pero amigos, eso fue sólo el principio, tras ellos unos energúmenos pusieron el escenario patas arriba con una bomba sexual rubia al frente ataviada con un vestido que dejaba bien poco a la imaginación, que escándalo. El demonio y sus tentaciones allí presentes. Pero la constatación de los peligros que les llevo varias líneas advirtiendo llegó minutos después, cuando los organizadores de todo aquel engendro decidieron entregar esa bebida, la sangre del diablo, de la que tanto hablaban a… ¡el mismo demonio rojo que había visto la noche anterior!, queridos amigos, ¿NECESITAN MÁS PRUEBAS?,para celebrar aquella venida de la bestia, aquel comienzo del Apocalipsis.

Aún tuve ocasión de comprobar más aberraciones, y de asistir a un akelarre salvaje que tuvo lugar en la Cocina del Infierno, domingo entero donde se reunieron seres de todo tipo, faunos, sátiros, animales con pezuñas negrísimas que movían las antenas compulsivamente y emitían sonidos incoherentes mientras reían del tótem luciferino de el escenario con indescriptibles cómicos, todo ello hasta el agotamiento.
Lo mejor de estos tipos de la cocina es que después le pegan fuego a la puerta del recinto, lo que hace ver su arrepentimiento, solo el fuego mientras que todo ardía creó una nueva esperanza en mi.

Así pues, amigos, les aseguro que el Padre Carras después de lidiar contra el demonio tenía mejor aspecto que yo aquel desgraciado lunes en el que mis anfitriones Tomasón y Piadosa me despedían diciendo “Padre, ¿lo ha pasado usted bien?, ¿le ha cuidado Milagritos?”, mientras yo sólo acertaba a balbucear con un hilillo de voz “si… si…” mientras daba generosos sorbos de mi petaca de agua bendita etiqueta roja.

Ahora estoy nuevamente en mi refugio, enviando desesperadas misivas al Padre Amorth, sólo el podrá comprender todo lo que he vivido durante esos cuatro infernales días… ahora he visto que el Diablo está entre nosotros y se ha hecho poderoso y que ha empezado por tomar esa pequeña urbe de Torrellano de la mano de esa organización de satanistas llamada La Cocina del Infierno, esa ciudad en la que tienen un busto al hombre de negro, Johnny Cash, y encima nos mienten diciendo que es La Dama de Elche… sólo nos cabe rezar, y rellenar la petaca de agua bendita etiqueta roja… que Dios se apiade de nuestra alma.


1 Respuesta to “CRONICA DE FIESTAS”


  1. 25 febrero 2011 a las 8:09 pm

    un gran blog, muy interesante y muy bien escrito. felicidades.ehjcug


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